La historia de Robin
Una joven sujeta una linterna en una mano y el lomo de un libro en la otra. Pasa las páginas mientras resuenan voces en toda la casa. Se esconde entre las sábanas y el ruido se reduce a un murmullo mientras su atención se adentra en las páginas de su última historia.
Robin Wilson, un ratón de biblioteca convertido en corredor de libros, ha dedicado gran parte de su vida a ayudar a los niños a enamorarse de la lectura, como hizo ella.
Robin asistió a las escuelas públicas de Richmond, donde, de niña, probablemente la encontrarías dirigiéndose a la Biblioteca de San Pablo para llenar sus brazos con tantos libros como fuera posible, arrastrarlos hasta casa y perderse entre las páginas.
"Una arruga en el tiempo era mi libro favorito porque me llevaba a algún lugar. Me llevaba a un lugar fuera de este mundo y me maravillaba".
Puede que su afición a la lectura empezara como un pasatiempo infantil, pero se convirtió en una fuente de relajación, paz y confianza a lo largo de su vida.
Encontrar sus puntos fuertes
El trabajo de su vida no estaba lejos para Robin, como tampoco lo estaba la biblioteca. A los 23 años, Robin se convirtió en secretaria ejecutiva del Dr. James D. Hart, director de la Biblioteca Bancroft de la Universidad de Berkeley. Fue en este puesto donde Robin pudo ver el primer folio de Shakespeare y conocer a Ansel Adams entre largas jornadas transcribiendo los dictados del Dr. Hart. Se dio cuenta entonces de que su lectura habitual tenía un valor más allá del refugio que siempre había sido. Y eso le dio confianza.
"La lectura me dio la base que necesitaba para hacer un buen trabajo como secretaria ejecutiva. No podría haber hecho ese tipo de trabajo sin haber leído una gran variedad de libros diferentes y haberme familiarizado con el mundo académico y la narrativa."
Por amor a la lectura
Cuando Robin dejó la UC Berkeley, empezó a trabajar como voluntaria en las escuelas de sus hijos, donde observó que la relación de los alumnos con la lectura era todo menos alegre. Encontró en muchos estudiantes una falta de interés, una asociación negativa y, a menudo, una falta de confianza en su capacidad para leer.
"Lo que oí decir a los profesores es que muchos niños no leían al nivel de su curso. Y pensé que nunca llegarían a la Universidad de Berkeley si no sabían leer, si no superaban el obstáculo de resentirse con la lectura".
Robin estaba decidida a hacer algo al respecto, así que decidió convertirse en Especialista en Medios Bibliotecarios en el Distrito Escolar Unificado de West Contra Costa. Cada semana, pasaba cinco días en cinco colegios distintos del distrito, donde enseguida se dio cuenta de que muchos niños ni siquiera sabían lo que les gustaba leer. Su relación con los libros se limitaba a las lecturas obligatorias en la escuela. Decidida a dar a los alumnos una relación positiva con los libros, Robin empezó a preguntarles por sus intereses. Con esta información, Robin identificó los libros que más les gustaban. Poco a poco, los lectores reacios se convirtieron en ávidos lectores.
"Cuando trabajaba en bibliotecas y atendía a estudiantes, siempre les daba consejos positivos. Me decían: 'No puedo leer eso. Es demasiado difícil'. Y yo les decía: '¿Sabes qué? Vamos a intentarlo. Seguro que puedes hacerlo'. Y cuando lo conseguían, tenían mucha más confianza en sí mismos".
No existen demasiados libros
Incluso una vez jubilada, la pasión de Robin por ayudar a los niños a enamorarse de la lectura no ha hecho más que crecer. Como cofundadora y miembro de la junta ejecutiva de West County Reads, Robin ha dedicado gran parte de su tiempo a abrir y gestionar el Depósito de Libros para Educadores, cuya misión es apoyar a los profesores y poner tantos libros en manos de los niños como sea posible. Se trata de un recurso gratuito para cualquier profesor, donde los educadores de West Contra Costa y de todo East Bay pueden conseguir hasta 50 libros gratis para su clase.
"Necesitamos que los niños sepan leer con fluidez para que puedan seguir aprendiendo. Creo que eso puede dar mucha confianza a una persona. A mí me dio confianza para solicitar puestos de trabajo para los que la gente podría no tenerla, para los que algunos pensaban que no estaba cualificada. Pero lo conseguí de todos modos".
A Robin no se le escapó el poder de los libros. Ha trabajado incansablemente para compartir esa chispa de alegría que siente cuando se abre el lomo de un libro y se descubre un mundo nuevo. Como Robin sabe muy bien, al final de un libro hay algo más que una historia. También hay confianza.